Tupungato es uno de los tres departamentos que componen el Valle de Uco, junto a Tunuyán y San Carlos. Su pueblo lleva el nombre del emblema más importante de toda la región: el volcán TUPUNGATO. Con sus 6.570 metros sobre el nivel del mar, la montaña se hace presente, distante y eterna, en distintos paisajes de la provincia de Mendoza, principalmente en el camino hacia el sur, que desemboca en Luján de Cuyo.
Justamente allí, en la Picada de Tupungato, es posible presentir que el valle que lo rodean detrás de los cerrillos que separan Luján y la colosal cordillera de los Andes tiene algo muy especial para su gente, sus viñedos y sus vinos. A tal punto es importante su presencia que, cientos de años atrás, los Huarpes que habitaban este lugar lo llamaban Tupun Catum, que significa “techo de las estrellas”.
Gualtallary, un pequeño reino en las alturas
Gualtallary es uno de los 14 distritos que componen el departamento de Tupungato, más precisamente es el más alto de ellos ya que se extiende entre los 1.200 MSNM de la ruta 89, en el límite este, y los 1.700 MSNM que alcanza hacia el oeste, donde encontramos plantados algunos de los viñedos de mayor altura de la provincia al pie de la cordillera.
Esta región da infinitos motivos para enamorarnos. El paisaje es realmente salvaje, indómito; es un desierto de montaña que se siente en la piel al atravesar sus fincas de cara a la brisa mendocina.
Gualtallary, por sus condiciones geográficas y climáticas, se ha convertido en los últimos años en una región tan particular como maravillosa y continúa hoy en día encerrando una infinidad de misterios en las profundidades de sus suelos calcáreos. Desde la cordillera de los Andes hacia el este, sus suelos tienen una gran pendiente que es determinante para el óptimo desarrollo de las fincas ya que la época de lluvias en Mendoza (entre enero y abril) coincide con el momento de madurez de las uvas. Este desnivel es muy importante para que esa agua que cae cerca del momento de la cosecha escurra hacia el valle sin estancarse y sin afectar la sanidad de las uvas.
Otra característica muy importante de la región es que los suelos, al estar formados por la erosión de la Cordillera, son arenoso-pedregosos; por eso, el agua de lluvia que no fluye por la pendiente escurre por infiltración, se mete en los espacios que dejan las piedras y eso hace que el suelo y las raíces de las plantas siempre estén secos. Desde el comienzo del proceso productivo, estos dos factores determinan la calidad del vino ya que en un terruño sin humedad hay menos probabilidades de que los viñedos sufran plagas y enfermedades y más chances de que las uvas que otorguen sean naturalmente sanas y alcancen una óptima madurez.
Más allá de las condiciones climáticas y geográficas que efectivizan el uso del agua de deshielo para regar los viñedos, el milagro del lugar se encuentra yendo hacia abajo, en los secretos que esconde la profundidad de los suelos. Ese tesoro se manifiesta, lisa y llanamente, en los vinos que nacen de las raíces tan apretadas por el paso del tiempo entre las piedras de cal y tiza. Cuando los vinos argentinos necesitaban algo especial, un terruño verdaderamente diferente, apareció Gualtallary con su fuerza tranquila, esa que nace entre las piedras que son producto de la erosión de la Cordillera de los Andes, unos 30 millones de años atrás. Sus suelos son aluviales y, en menor medida, coluviales. Los suelos aluvionales son el resultado de grandes masas de agua que arrastran y transportan material de la cordillera, intensas lluvias que dejaron una infinita cantidad de piedras que al rodar se fueron redondeando y asentando en distintas capas de tierra. Los suelos coluviales, en cambio, son el producto de más de agua con menos fuerza de arrastre y a menor velocidad, lo que hizo que las piedras quedarán más grandes y con formas menos redondeadas.
El valor diferencial de estos viñedos que crecen en la austeridad está dado porque justo allí, tras los aluviones y coluviones, el calcio del agua de lluvia que era arrastrado se solidifico en el suelo. Calcios milenarios que hoy aportan nervio, tensión y carácter a los vinos, especialmente entre los 1.300 y los 1.450 MSNM, donde hay una franja de suelos super calcáreos en la que el agua proveniente de los glaciares se solidifico durante la formación de los suelos. Hoy en día, al hacer una calicata o pozo en los suelos de Gualtallary, se encuentra la nieve blanca calcificada en las piedras, la principal responsable de la austeridad y la elegancia frágil de los vinos del lugar. Más allá del aporte de mineralidad, lo importante de los suelos calcáreos es que son de un pH muy alto, por lo que las uvas que dan tienen un pH más bajo que las de otras zonas, y sus vinos, una mayor acidez natural, junto con esa entrañable sensación mineral.
“En este terruño tan particular, las nevadas invernales aportan frescura; las piedras, firmeza; los ríos, fluidez; el calcio, electricidad y el desierto, austeridad. Los tintos y blancos de Gualtallary son, justamente, la combinación de todo eso”.
Más allá de Gualtallary hay también otros distritos que si bien no son aún IG (Indicación Geográfica), son muy relevantes para la zona. A continuación, te vamos a contar un poco sobre ellos:
La Carrera y El Peral:
La Carrera es zona más alta con nuevas plantaciones en el valle y aseguran que dará mucho que hablar en el corto plazo, en cambio El Peral ya viene mostrando su encanto desde hace un tiempo. La altitud varía entre 1.300 y 1900 MSNM. Ambas regiones poseen viñedos pequeños y dispersos en toda la zona, compuestos por suelos de origen aluvional y cuatro son los ríos que irrigan la llanura siendo La Carrera y Santa Clara son los más importantes, unidos por el río Anchayuyo.
Entre las dos zonas forman un área extensa en el corazón de Tupungato, entre Las Huayquerías y el arroyo Santa Clara.
San José y Villa Bastías
Estas dos zonas hacen gala de sus antiguos viñedos desarrollados a principios del siglo XX. La altitud varía entre los 1.050 y 1.200 MSNM y son zonas mayormente plantadas con cerezas, nueces y viñedos, predominando los pequeños viticultores.
La variedad Chardonnay es ampliamente plantada, así como últimamente algo de Pinot Noir. Los suelos son de origen aluviales y coluviales, en donde ambas orillas del río Anchayuyo están plantadas sobre suelos aluvionales y la orilla oriental es coluvial con capas superiores del viento.
Fuentes consultadas: “Todo lo otro” de Matías Michelini, WOFA (Wines of Argentina)
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